AGUSTINA DE ARAGON

Ya nadie defiende a nuestra nación como se la defendía en el pasado, antes por menos de nada, por cualquier ofensa al honor de la persona o a la nación, se tiraba de hierro y se lavaba la afrenta con sangre, y si era la del que ofendía, mejor, por lo tanto, no está de más volver la vista al pasado y conocer a esos hombres y mujeres que parece ser fueron más nobles y valientes que nosotros.
Por educación las mujeres primero.

Su nombre era Agustina Raimunda María Saragossa i Domenech, nació en Barcelona el 4 de Marzo de 1876, era hija de Francesc Ramón Saragossa i Labastida y de Raimunda Domenech i Gasull unos simples campesinos de Fulleda (Lérida) que habían llegado hasta Barcelona en busca de una vida mejor de la que llevaban en su tierra natal.
A la edad de 17 años, Agustina contrajo nupcias con Joan Roca i Vilaseca, cabo segundo de artillería que temporalmente estaba destinado en Barcelona. Allí pasaron cinco felices años y allí nació su hijo que fue bautizado con el mismo nombre que su padre.
Esta idílica situación se vio truncada con la entrada de las tropas napoleónicas en España.

Al igual que muchos otros, su esposo fue movilizado, y ella sin dudarlo decidió acompañarlo, como era costumbre habitual entre las esposas de los militares, se sabe que participaron en la Batalla del Bruch, los avatares de la guerra y sus circunstancias particulares, sobre todo la obligación de cuidar de su hijo hicieron que se trasladara a Zaragoza donde al parecer vivía una hermana suya.
Las autoridades zaragozanas defensoras de la nueva dinastía impuesta por Napoleón y encabezada por su hermano José I (También conocido por Pepe botella), fueron depuestas, tomando el mando de la capital aragonesa el General Palafox, sumando así a la ciudad de Zaragoza a la rebelión contra las tropas francesas que se extendía por media España.
Las tropas francesas ante la actitud de la ciudad y sus habitantes establecieron un asedio que conllevo consecuencias desastrosas para sus ciudadanos.
Y allí se encontraba Agustina a principios de mayo de 1808, en una Zaragoza asediada por las tropas napoleónicas, aunque la situación se mostraba muy propicia para las tropas francesas, con superioridad numérica y mayor experiencia en el combate, se encontraron con una población dispuesta a luchar hasta sus ultimas consecuencias, fueron muchas las personas, hombres y mujeres, al fin patriotas todos, que no dudaron en colaborar defendiendo la plaza, suministrando municiones o alimentos e incluso luchando contra el enemigo.
Fue en uno de los numerosos ataques franceses contra una de las puertas de la ciudad donde Agustina se vio involucrada de lleno en el combate, una granada francesa exploto en medio de las defensas en las que se encontraba, matando o hiriendo a gran cantidad de patriotas, la posición parecía deshecha, llena de cadáveres y de heridos sangrantes, todos tirados por los suelos, ante esta imagen las tropas francesas lanzan un ataque de infantería que empieza a introducirse por la puerta, Agustina levantándose de entre el montón de cuerpos coge la mecha de un artillero herido y la aplica al cañón más cercano, el estruendo del disparo sorprende a los franceses a los que barre de la puerta de la ciudad, y a los propios españoles que ya daban la posición por perdida, rápidamente se empezaron a disparar otros cañones y el ataque fue repelido.

La leyenda cuenta que, enterado el general Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es algo más sobria: Palafox efectivamente la admitió en el cuerpo de artilleros, pero como artillero raso, a partir de ese momento se la empezó a conocer como “la artillera” o “Agustina de Aragón”, posteriormente consiguió los ascensos de sargento y subteniente.
Los combates continuaron, Agustina siempre se mantuvo firme y valiente luchando contra el enemigo francés, que al fin logro capturar la ciudad el 21 de febrero de 1809, fue hecha prisionera, al poco consiguió felizmente escapar, pero solo para sufrir el mayor trauma que puede sufrir una mujer, perder a temprana edad a su queridísimo hijo, esta pérdida nunca la pudo superar, pero ella decidió continuar luchando por España, se incorporó al ejército en Teruel y siguió guerreando contra los franceses hasta la victoria final de España.
Una vez terminada la guerra se reencontró con su marido en Zaragoza, luego fueron a Segovia, Barcelona, donde nació su segundo hijo, luego a Valencia y de nuevo a Barcelona, donde falleció su esposo en 1823.
En 1857 el 29 de mayo a la edad de 71 años, murió en Ceuta, donde fue enterrada, en 1870 el gobierno de España, decide exhumar sus restos y trasladarlos a la ciudad que la convirtió en una auténtica heroína, su cuerpo fue depositado con los máximos honores en la Basílica del Pilar.

En 1908 sus restos fueron trasladados hasta la iglesia de Santa María del Portillo, en donde se erigió un mausoleo en honor y recuerdo de todos los hombres y mujeres caídos en ese mismo lugar durante la Guerra de la Independencia, en la que seguramente fue la última vez que nos unimos todos los españoles para recuperar nuestra libertad y la de nuestra nación.

Pascual Sánchez Soler 3º82

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