56 años han estado en el fondo del mar de Galilea los restos de Yakir Naveh, instructor de vuelo de la Fuerza Aérea de Israel. El aparato que pilotaba se precipitó en el también conocido como Lago Tiberíades el 6 de mayo de 1962, durante un vuelo de entrenamiento. Con el joven piloto, de 23 años, volaba el cadete Odet Kouton, también fallecido en el accidente y cuyo cadáver fue recuperado un año después. El hallazgo puso fin a meses de especulación sobre si ambos militares habrían salido con vida del accidente y caído en manos del enemigo sirio. En esa época, Israel aún no había ocupado los Altos del Golán y el Mar de Galilea era la frontera natural con Siria.


“En 1963, un pescador dio la voz de alarma al encontrar una pieza del fuselaje del avión. Un equipo de buceadores sacó el cuerpo de Kouton del agua”, explica a EL PAÍS el Teniente Coronel G., jefe de la Sección de Reclamaciones e Investigaciones de la Fuerza Aérea israelí. Según el militar hebreo —cuyo nombre permanece en el anonimato por cuestiones de seguridad—, el hallazgo del cadáver del cadete fue suficiente para dar oficialmente por muerto al piloto, un requisito necesario para que su viuda, de acuerdo con los preceptos del judaísmo, fuese libre para rehacer su vida.

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