La Guerra de Margallo

La Guerra de Margallo

La "Guerra de Margallo" o "Guerra chica" (primera Guerra del Rif) tuvo lugar entre 1893 y 1894. Se luchó, en este caso, no contra el sultanato de Marruecos, sino contra las tribus o cabilas que rodeaban Melilla.

Tras la guerra de 1859, España había expandido notablemente sus territorios en el norte de Marruecos, incluyendo la extensión que las ciudades de Ceuta y Melilla habían ganado para sus términos municipales, añadiendo los territorios circundantes. Este factor se aprovechó para aumentar las defensas en ambas ciudades, consideradas todavía notablemente vulnerables. Las obras se vieron incrementadas en presupuesto y velocidad de construcción gracias a que la prensa aireó ciertos incidentes en el norte de África. Entre ellos destaca la captura de seis comerciantes españoles por parte de algún grupo armado en el norte de Marruecos. Los esfuerzos para reforzar las defensas de la ciudad de Melilla se incrementaron, especialmente en Punta de Cabiza y Punta Dolossos. Una de estas construcciones iba a llevarse a cabo cerca de la tumba de un santo de las cabilas, Sidi Guariach, lo que exasperó los ánimos de los nativos.

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La guerra comenzó el 3 de octubre de 1893, cuando unos 6000 guerreros, procedentes de treinta y nueve cabilas y armados con rifles Remington, descendieron de las montañas y atacaron a los soldados españoles (unos 400) que guardaban la periferia de la ciudad. Los soldados lucharon durante todo el día, sufriendo veinte muertos, mientras la ciudad se aprestaba a la defensa y sus ciudadanos se refugiaban detrás de las murallas. Aunque se organizó una milicia civil para ayudar en la defensa, la gran desproporción numérica entre atacantes y defensores era tal que, finalmente, estos últimos se vieron obligados a retirarse.

Debido a la ausencia de armamento pesado, los atacantes trataron de tomar la ciudad asaltándola a cuerpo descubierto y escalando las murallas. Los españoles, al contrario que los bereberes, disponían de armamento pesado. La artillería que portaban los infantes españoles y los modernos fusiles Mauser, causó en los atacantes muchas bajas, obligándo a su retirarse. Rechazado ese primer ataque, la artillería comenzó a bombardear las tribus rebeldes; desgraciadamente, uno de esos disparos acertó en una de las mezquitas, derruyéndola. Este incidente convertiría la rebelión en una guerra santa.

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En España, la reacción no se hizo esperar: se puso en alerta a la flota, se movilizó el ejército de Andalucía y se envió la fragata Numancia y dos cruceros no protegidos (el Isla de Cuba y el Conde de Venadito). Al menos 3000 soldados fueron trasladados a los puertos, listos para ser embarcados. Las bajas totales de ese día para los españoles ascendieron a 21 muertos y 100 heridos. Al día siguiente, la Numancia bombardeó numerosas tribus rebeldes. Además, nueva artillería llegó hasta Melilla. Al no disponer de barcos suficientes para transportar tantos soldados, el ministro de la Marina ordenó a Manuel de la Cámara y Livermore que organizara el transporte de los efectivos.

Por su parte, la noticia de la mezquita destruida por la artillería se extendió por todo Marruecos, y comenzó a llegar poblaciónde todo el país para unirse a la jihad. Pronto, las fuerzas marroquíes alcanzaron los  veinte mil hombres de a pie y cinco mil de a caballo.

 

 La lucha se centró en los fuertes de Camellos y San Lorenzo, hasta que los rifeños consiguieron destruirlos. Por ello, el gobernador Margallo envió otro contingente y trabajadores para cavar nuevas trincheras en los fuertes de Cabrerizas y Rostro Gordo, más defendibles al estar al amparo de la artillería de la ciudad. El 22 de octubre, el crucero Conde de Venadito entró por el Río de Oro, disparó 31 salvas a las trincheras de los rifeños y regresó al puerto de Melilla sin ningún daño. El día 27, 5000 bereberes atacaron y tomaron la colina Sidi Guariach pese al apoyo de los cañones del Venadito y de las baterías de la ciudad, obligando al gobernador Margallo y al general Ortega a abandonar los fuertes y refugiarse en la ciudad.

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Con la llegada de los cruceros Alfonso XII e Isla de Luzón, España comenzó a aplicar sobre las posiciones rifeñas toda su potencia naval, sometiéndolas a un intenso bombardeo sin descanso desde la costa. El bombardeo fue de tal intensidad que el 6 de noviembre los rifeños enviaron una delegación con una propuesta para entablar las negociaciones de paz. Cuando los españoles comprobaron que los rifeños no estaban dispuestos a rendirse, se reinició el bombardeo noche tras noche, usando por primera vez en la historia reflectores eléctricos para localizar objetivos.

En España, la hasta ahora aletargada maquinaria militar comenzó a despertar, recibiendo el general Macías, sucesor de Margallo, suficientes tropas para recuperar el control de la situación y reconstruir las defensas de Melilla. Así, el 27 de noviembre el general Martínez Campos llegaría a Melilla al mando de más de 7000 efectivos, suficientes ya para formar dos cuerpos de ejército. En abril de 1894, Martínez Campos se reunió con el embajador de Marruecos para negociar directamente la paz con el sultán.

Las potencias europeas observaron a cierta distancia, pero con gran atención, los acontecimientos que se desarrollaban en Marruecos...

 

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Fuente:

wikipedia.org

 

 

Licenciado en Filosofía (1992), Doctor en Filosofía (1999), Profesor de universidad.

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