En nuestra historia hay muchos hechos desconocidos para la mayoría de la población, hemos sufrido derrotas, que parece ser, nos han dejado acomplejados, pero hemos olvidado aquellas victorias que dejaron en ridículo a nuestros enemigos de aquellas épocas. España era inmensa, abarcaba territorios en prácticamente todos los continentes, y nuestros enemigos intentaban por todos los medios apropiarse de ellos, por lo que nos hemos enfrentado a ellos a fuego y hierro en multitud de ocasiones, esos hombres que defendieron esos territorios lejanos se merecen no ser olvidados, pues en la mayoría de los casos, en inferioridad de condiciones, supieron mantener esos territorios en poder de nuestra Nación, unas veces a base de valor, otras a base de ingenio, pero la mayoría de ellas a base de esfuerzo, trabajo, valentía e ingenio, y por qué no decirlo “con dos cojones”.
He aquí uno de esos hechos en los que se demostró de que casta estamos hechos los españoles.

Los hechos ocurrieron el 24 de abril del año de 1610 en aguas de Filipinas y una improvisada escuadra española tripulada por hombres decididos y valerosos, y mandada por el Capitán General de las islas, tras un durísimo combate, derrota a una escuadra holandesa de mayor porte y fuerza.
Los holandeses, en diciembre de 1607, enviaron una escuadra de 13 buques fuertemente armados al mando del almirante Pieter W. Verhoeven para hostigar las posesiones portuguesas y españolas en toda la ruta del Cabo de Buena Esperanza hasta las Filipinas. Llegando a las aguas del Pacífico con bastantes bajas y al mando, tras el fallecimiento de Verhoeven en combate, del vicealmirante Wittert en 1609.
A pesar de la larga travesía e innumerables bajas, continuaron con su misión de hostigamiento. Intentaron desembarcar en la isla de Panay pero fueron rechazados con facilidad por los españoles. Posteriormente decidieron atacar Manila, a distancia claro, tras observar que las guarniciones y las defensas del puerto eran más vulnerables así; mejor eso que enfrentarse a los nuestros cara a cara.
Se acercaron con algunas unidades a la costa para tomar el pulso a las baterías de costa y fondearon en la bahía a una distancia prudencial, no fuera que las baterías españolas les dieran un disgusto. Fondearon tranquilamente y trataron de volver a desembarcar, y de nuevo, “zasca”, no había manera de vencer a los nuestros por tierra, en cambio el mar lo tenían ganado ya que tras los combates de los años anteriores no había ninguna flota española en la zona.
En vista de que no conseguían nada decidieron desplazarse un poco más hacia el norte, a la zona de Playa Honda, y desde allí controlar el tráfico comercial marítimo de las Filipinas, recibieron refuerzos de algunos buques más y comenzaron a interceptar todos los buques que circulaban por las desprotegidas aguas del archipiélago, todo un negocio inmensamente lucrativo para los holandeses.
Ante tal situación, el Gobernador de Filipinas, Juan de Silva antiguo oficial de los Tercios de Flandes y Caballero de la Orden de Santiago, solo disponía de unos 1000 hombres, un viejo galeón en desuso listo para el desguace y alguna que otra pequeña embarcación sin artillar.
¿Qué hacer ante esta situación se preguntó el Gobernador? ¿Quedarse de brazos cruzados? Pues no, hizo lo que hacemos la mayoría de los españoles, improvisar una solución.
¿Qué no hay flota para defender las rutas marítimas? Pues se hace. ¿Qué no hay cañones? Pues se hacen.
Y así sin pensarlo más se comenzaron a fundir las campanas de las iglesias, las rejas de las ventanas y todo el metal que se pudo encontrar, hasta los clavos que sobraban de otros barcos, y consiguieron fabricar unos 70 cañones. Además, a pesar de los inconvenientes y de la falta de materiales se consiguieron construir dos galeras y un galeón y reparar y acondicionar el galeón que estaba para el desguace, todo en apenas cuatro meses, y ello con materiales improvisados, había que darse mucha prisa, pues mientras tanto el enemigo continuaba con su lucrativa piratería.
Todo ello en el máximo de los secretos y a 40 leguas de Manila, para que los holandeses no se enteraran de nada.
Por fin el 21 de abril de 1610 se consiguió reunir toda la improvisada flota y partió poniendo rumbo hacia la bahía donde los holandeses estaban fondeados y que utilizaban como base de sus operaciones.
La flota española, la nuestra, la improvisada, estaba compuesta por dos galeones, el San Juan Bautista, en el que se embarcó Juan de Silva, y que haría las funciones de capitana, y el Espíritu Santo, que haría las funciones de almiranta, más las dos galeras, cuatro mercantes que fueron artillados y algún que otro buque de pequeñas dimensiones, esa era la flota que iba a enfrentarse a los holandeses.
Fue al amanecer del día 24 de abril de 1610 que se encontró a parte de la flota holandesa, eran tres grandes buques, dos de mando que estaban fondeados y otro que navegaba muy próximo a ellos, los nuestros sin pensárselo dos veces se lanzaron sobre ellos aprovechando que estaban fondeados y tardarían en reaccionar, solo los tres buques que habían allí disponían de más cañones que toda la flota española.
La sorpresa de los holandeses fue mayúscula al ver aparecer a la flota española, y casi seguro que se echaron a reír cuando vieron la improvisada flota que se acercaba, tal vez estrafalaria seria la palabra más correcta, rápidamente levaron anclas y se lanzaron hacia los nuestros, seguramente pensando que no tendrían muchos cañones y que no todos los buques estaban artillados, y ahí llego la sorpresa definitiva, la potencia de los nuevos cañones recién fabricados de los nuestros destrozo la capitana holandesa matando incluso al confiado vicealmirante holandés, el San Juan Bautista abordo a la Gouden, la capitana holandesa, a la vez que varios pateches la asaltaban apresándola, a su vez el Espíritu Santo tomo la Ámsterdam, la almiranta holandesa, el otro buque consiguió salir de la bahía, y el resto de la flota holandesa estaba de caza intentando conseguir más capturas, regresarían tiempo después pero solo para conseguir el mismo resultado ser apresados.
Fue una gran victoria, se recuperó muchísimo material capturado, varios buques, más de 70 cañones, joyas, munición, metales preciosos, cerca de 100.000 ducados, seda, hierro, pertrechos para los buques, y liberar a los prisioneros que habían sido capturados.
Las bajas fueron de unos 30 marineros y unos 70 infantes españoles. Los holandeses todos muertos heridos o capturados.
Esta victoria impacto sobremanera a los líderes isleños pues los holandeses les habían hecho creer que su flota era invencible, y los nuestros les demostraron que no.
Lo importante de esta victoria es como se consiguió, improvisando, trabajando, esforzándose, luchando todos juntos.
Pienso que estas personas, de las que solo sabemos los nombres de algún oficial se merecen un recuerdo, hoy son seres anónimos, aunque yo prefiero llamarlos “Héroes Olvidados”, si y en mayúsculas, su esfuerzo, su tenacidad, su valentía, merecen no ser olvidadas, seguramente entre ellos habrían apellidos como Rodríguez, García, Pérez, González, Sánchez, Gutiérrez, etc. Pero no lo sabemos, ya que sus nombres quedaron el olvido por lo menos recordemos sus hechos.
¡¡¡Honor y Gloria a los Héroes Olvidados!!!

Pascual Sánchez Soler 3º82

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